LA FERIA DEL MUNDO
55. Bandolerismo institucional
Alardeaba
Góngora del mundo feliz en que vivía mientras gobernaban sus días mantequillas
y pan tierno, dejando a los que tratan del gobierno y sus monarquías el áspero menú de los cuidados y
preocupaciones del cargo. Pero nuestros días no son tan dichosos, dominados por
escaseces laborales, estrecheces y penurias en la economía familiar, recortes
sanitarios, educativos y asistenciales mientras las mantequillas y el pan
tierno, y la naranjada y el aguardiente, se los reparten los que nos gobiernan
–del rey abajo, muchos-, ya sea retorciendo leyes y normas o recalificando
terrenos, ya medrando en numerosos cargos simultáneos o sucesivos, ya solucionando
problemas de familiares y de amigos con sustanciosas ocupaciones, cargos y asesorías,
ya sea sencillamente llevándoselo crudo, personalmente o mediante ingenierías
financieras.
Y todos los días oímos cosas tan lindas
como que colocar a centenares de paniaguados en unan diputación es cosa
natural; que los abusos en el Tribunal de Cuentas son legales, que el Banco de
España no ve nada reprobable en el saqueo de entidades y chiringuitos
financieros; que el nuevo alcalde de Santiago proclama que, como sus predecesores
han hecho muchas cosas buenas, acata la sentencia que los inhabilita por imperativo
legal; que los que extorsionan a empresarios o se dejan corromper por ellos en
los casos Gurtel o Brugal y los que reparten eres y cursos de formación a discreción
dicen que sus tropelías han sido poco o nada en comparación con lo de los otros,
que es mucho más; que las varias decenas de imputados en cargos del gobierno,
de la autonomía y de los municipios de la región de Murcia sufren un acoso
mediático intolerable, siendo personas respetabilísimas y ejemplares, a más de
soportar un retraso inadmisible de la justicia en la resolución (que será
favorable) de sus casos.
Entre
tanto, unos y otros discuten si se han de asumir responsabilidades políticas antes
o después de la imputación o nunca, si ser imputado es un estigma o más bien un
honor o una condecoración, y muchos otros mantienen que la inhabilitación no
inhabilita, presumen de que no sabían nada del asunto o se jactan de que lo
suyo ya anda prescrito. Todo eso sin plantearse si nosotros pensamos que todo
esto no es más un ejercicio de desvergüenza y de cinismo.
Pero luego vienen las noches, que no
enmiendan a los días porque, lejos del descanso y el sueño, ahora nos asaltan
las pesadillas. Soñamos, entre el sobresalto y el miedo que, recalificados
todos los terrenos, eriales y playas, y consumadas todas las ilegalidades
habidas y por haber, partidas de cuatreros estatales, autonómicos y municipales
asaltan corrales, vaquerías y cochiqueras para completar con el botín obtenido
la caja B suya o del partido; cuadrillas de bandoleros del Banco de España, de
la Agencia Tributaria, del Tribunal de Cuentas y de otros organismos
fiscalizadores pueblan caminos y carreteras asaltando y ajustándoles las
cuentas a pobres viajeros que van al trabajo, de excursión a la sierra o de
romería, mientras hacen la vista gorda con los que caminan presto a los
paraísos de Luxemburgo o de la isla de Jersey; y oímos en lontananza el toque
de corneta del séptimo de caballería que precede a miles de aforados que
asedian ciudades, villas y lugares; y soñamos que un tropel de paniaguados, mantenidos,
consejeros, familiares y conocidos de los mandamases, agotados los cargos,
prebendas y canonjías disponibles, han devenido en ocupas que fuerzan la puerta
y toman posesión de nuestras casas, se nos sientan en el sofá y se acuestan en
nuestras mismísima cama, siempre, eso sí, alardeando de respeto a la legalidad
y a la propiedad privada. Menos mal que todo es un mal sueño.
Así son nuestros días y nuestras noches.
Y ríase la gente, mientras otorgue, como hasta ahora, que traten otros del
gobierno y sus monarquías, y siga pensando que la vida es sueño y los sueños,
sueños son.